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El Col d'Aubisque, conocido como el príncipe de los Pirineos, es una de las ascensiones más legendarias del ciclismo. Esta montaña ha sido testigo de innumerables etapas históricas del Tour de Francia, y, a pesar de no rivalizar en altura con el colosal Col du Tourmalet, su mito y reconocimiento lo han fijado en el imaginario ciclista.
Al comenzar el ascenso, los primeros kilómetros hasta Exbounes ofrecen un tramo más llevadero, dando un respiro con una pendiente en torno al 5%. Este segmento inicial permite a los ciclistas encontrar un ritmo cómodo antes de enfrentarse a los verdaderos retos del puerto.
A medida que se avanza, desde Exbounes, se descubre el auténtico desafío del Aubisque. Hasta la estación de Gourette, y posteriormente en la parte final, la carretera serpentea a lo largo de paisajes majestuosos, adornados con las gigantes bicis que rememoran la grandiosa historia de esta subida. El puerto, mantenido de manera constante, no presenta picos de desniveles extremos, permitiendo a los ciclistas establecer su propio ritmo.
El entorno natural es impresionante, con vistas panorámicas que dejan a cualquier espectador sin aliento. Durante el ascenso, el sonido del agua y el canto de los pájaros ofrecen una sinfonía natural que acompaña a los ciclistas, inyectándoles energía para avanzar en la subida.
El asfalto se presenta en perfectas condiciones, ideal para descensos y ascensos cómodos, mientras las pendientes, que oscilan principalmente entre el 7% y el 9%, se combinan con breves respiros, como en la llegada a Gourette, donde el paisaje se abre y la subida es más amable.
Durante el trayecto, se destaca un encantador encuentro con un ciclista extranjero que comenta estar en entrenamiento para otras pruebas ciclistas en los Pirineos. Este intercambio resalta cómo el Col d'Aubisque atrae a ciclistas de todo el mundo, buscando tanto el reto como la belleza única que ofrece esta montaña.
El ascenso concluye con la espectacular escalada hacia el Circo de Litor, donde la carretera se eleva con vistas imponentes finalmente coronadas por las famosas bicicletas gigantes que decoran la cima del Aubisque. Este símbolo no solo marca el final del esfuerzo físico, sino que encapsula el misticismo que todo amante del ciclismo puede experimentar sobre esta impresionante cumbre.
Carretera entre la espesura del Pico del Inglés, Taganana
Curva de herradura en Cinto la Cabra, un duro puerto de Valencia