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El puerto parte desde la pintoresca localidad castellonense de Argelita, un enclave ciclista repleto de opciones para los amantes de los retos en ascensión. La carretera arranca al poco de dejar atrás el pueblo, con un desvío a la izquierda que marca el inicio del puerto. Nos adentramos en una subida que mezcla tramos de asfalto y cemento en excelente estado, lo que facilita su realización con bicicletas de carretera a pesar de la dureza del trayecto.
Desde los primeros metros, la pendiente sorprende con rampas que superan con creces los dos dígitos, llegando a alcanzar el 13% e incluso el 18% en algunos puntos, lo que obliga a seleccionar adecuadamente el desarrollo y prepararse para descensos de ritmo y cambios de cadencia. Afortunadamente, durante el ascenso encontramos varios descansos que permiten recuperar el aliento, aunque el desnivel acumulado no deja de exigir fuerzas hasta la cima.
El entorno que nos rodea es espectacular, con el valle de Argelita abriéndose a un lado y las vistas al castillo de la población, junto a la silueta de otras subidas míticas como Más del Moro o la Cola de Caballo justo enfrente. El trazado serpentea por la ladera, envuelto en arbolado que proporciona sombra incluso en los días más calurosos del verano y hace la experiencia mucho más llevadera. Se recomienda llevar instalado el track, ya que existen bifurcaciones y explorar la zona puede dar pie a alguna confusión sin GPS.
Durante la subida contamos con la compañía de Begoña, toda una experta en escalar puertos que va a un ritmo espectacular, y cuya experiencia demuestra que la ruta es ideal para quienes buscan nuevos desafíos y disfrutar de paisajes poco conocidos. También se anima a los ciclistas a atreverse con el puerto con una bicicleta de carretera equipada adecuadamente, siendo recomendable un desarrollo corto —por ejemplo, un 34-36— para poder afrontar las rampas más exigentes.
Los últimos tres kilómetros son especialmente duros, con pendientes constantes del 8% y tramos de dos cifras que pondrán a prueba nuestras piernas, pero la belleza del recorrido y la recompensa visual al llegar compensa sobradamente el esfuerzo. Las señales de desprendimientos y grava en la calzada ilustran el carácter auténtico de la subida, aunque se sortea sin dificultad y el estado general del firme es notablemente bueno.
Finalizada la ascensión, recibimos como premio las vistas al castillo del Buey Negro y a la muela, destacando la sensación de aventura y descubrimiento en una de esas subidas que, aunque no tan renombradas, dejan huella. La proximidad de otros puertos y la posibilidad de enlazar rutas convierte a la zona en un destino ciclista de enorme atractivo tanto para carreteros como para graveleros y amantes de la bicicleta de montaña.
Esta propuesta desde Argelita invita a preparar el material, ajustar el desarrollo y descubrir uno de esos tesoros ocultos de Castellón, perfecto para quienes buscan exigencia, belleza natural y la satisfacción de conquistar un puerto que, sin duda, merece un hueco en el recuerdo de cualquier aficionado al ciclismo de montaña.

Subiendo el puerto de Pajares hacia la cima

Entre rocas y pradera seca, la recta se hace eterna subiendo Navalmoral