Subimos el puerto de Mijares por su vertiente más emblemática, la que arranca en el cruce dirección Gavilanes y Mijares, en plena provincia de Ávila. Desde los primeros metros ya percibimos que estamos ante un puertazo de la Sierra de Gredos: largo, constante y con un trazado que invita a encontrar un buen ritmo y dejarse llevar por el entorno.
La ascensión se alarga durante más de 20 kilómetros, siempre con una pendiente muy regular que suele moverse entre el 5 y el 6%. Algún tramo suelto llega al 9–10% y hay un kilómetro cercano al 7%, pero en general hablamos de un puerto muy llevadero si sabemos dosificar. Clave ir con paciencia, sin obsesionarnos con el tiempo, y centrarnos en disfrutar cada metro y cada curva.
Los primeros kilómetros discurren entre zonas arboladas, donde agradecemos las sombras, sobre todo en jornadas calurosas. El asfalto se encuentra en buen estado y el tráfico es muy reducido, lo que refuerza esa sensación de calma que tanto buscamos cuando nos adentramos en la montaña. A medida que avanzamos vamos ganando altura sin grandes sobresaltos, con pequeñas bajadas que rompen el ritmo pero que pronto nos obligan a volver a quitar platos y subir coronas.
La subida atraviesa Gavilanes, donde la carretera se empina y vemos algún 10% puntual. El paso por el pueblo tiene su encanto, con pavimento algo más irregular y las campanas sonando de fondo, pero es breve. En esta zona encontramos varias fuentes, tanto en el núcleo urbano como a la salida, así que, aunque conviene llevar los bidones llenos desde abajo, contamos con opciones para repostar agua durante el ascenso.
A la salida de Gavilanes dejamos atrás el tramo más urbano y empezamos a notar cómo el puerto se vuelve cada vez más montañoso. La carretera gana en belleza según se encaja en el valle, cruza puentes sobre el río y se hace más sinuosa. El sonido del agua acompañando en paralelo al trazado, junto con el canto de los pájaros, convierte esta parte central del puerto en uno de sus grandes atractivos. Aquí el desnivel ya acumulado se hace notar, pero la pendiente sigue siendo muy constante, lo que ayuda a mantener un pedaleo estable.
Entramos entonces en la parte más salvaje del puerto, con menos presencia de pueblos y más sensación de alta montaña. Vemos a un lado el río encajado abajo y, al otro, las laderas de Gredos levantándose sobre nosotros. A estas alturas de la subida las sombras empiezan a escasear en algunos sectores, y la altitud se deja sentir, pero el paisaje compensa con creces el esfuerzo: curvas amplias, la carretera serpenteando por la ladera y, en muchos puntos, vistas hacia atrás que nos permiten contemplar por dónde hemos ido escalando el puerto.
En esta zona intermedia, aproximadamente pasada la mitad del desnivel, el puerto se consolida en esa media cercana al 5%. Es un terreno ideal para marcar un “vatio” constante si usamos potenciómetro: quienes ronden los 600–650 W de potencia normalizada podrán moverse en torno a la hora y tres cuartos para coronar desde abajo, siempre que dosifiquemos bien y no nos dejemos llevar por la euforia en los primeros kilómetros.
Conforme nos acercamos a la parte alta, la carretera nos regala una sucesión de curvas que permiten contemplar todo el trazado a nuestra derecha, viendo perfectamente los tramos ya superados en la ladera opuesta. Esta sensación de puertazo de paso, con un desarrollo muy lógico y una línea clara hacia el collado, hace que Mijares sea una ascensión muy agradecida desde el punto de vista ciclista. No tiene rampas imposibles, pero sí un desarrollo largo que nos exige constancia, cabeza fría y buena gestión de fuerzas.
En los últimos kilómetros la altitud aumenta y las vistas se abren todavía más: Gredos se muestra en todo su esplendor, con el valle al fondo y, en días claros, una amplitud de horizonte que convierte la parte final del puerto en un auténtico premio. A nuestra izquierda se despliega el paisaje, mientras que a la derecha seguimos viendo el trazado que hemos ido conquistando curva a curva. Es uno de esos finales que invitan a aflojar un punto, levantar la vista y grabar bien en la memoria el entorno por el que estamos pedaleando.
La coronación, en torno a los 1.570 metros de altitud, llega tras un último kilómetro que no se hace especialmente duro, pero sí exigente por el kilometraje acumulado. Alcanzamos el cartel del puerto con la sensación de haber subido un gran coloso de la Sierra de Gredos, de esos que justifican por sí solos un viaje: un primera categoría largo, constante y con un entorno que combina a la perfección montaña, tranquilidad y carretera ciclista.
Recomendamos encarecidamente acercarse a Mijares, vengamos de donde vengamos de España, y comprobar in situ por qué esta vertiente es tan apreciada. Es un puerto perfecto para quienes disfrutan de las ascensiones largas, del ritmo sostenido y de la montaña auténtica, sin masificaciones y con el encanto propio de Gredos. Coronarlo deja un excelente sabor de boca y la satisfacción de haber añadido a nuestro palmarés uno de los grandes puertos de la zona.

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