La vertiente asturiana de este puerto es una de esas ascensiones largas que merecen la pena tomarse con calma y disfrutar desde el primer hasta el último kilómetro. Desde el inicio, dejamos atrás San Martín de Teverga en pleno otoño, rodeados de paisajes espectaculares y colores cambiantes que hacen de la subida todo un espectáculo para los sentidos: verdes intensos, amarillos y marrones en constante alternancia y el sonido de los riachuelos y los pájaros acompañando el pedaleo.
Aunque el puerto arranca de forma suave, es a partir del sexto kilómetro donde empieza a dejarse sentir y, desde el pequeño núcleo de Parmu, los últimos trece kilómetros se mantienen muy constantes entre el 6% y el 8% de pendiente, sin grandes rampas pero con un desgaste continuo que exige gestionar bien las fuerzas. Es importante llevar un desarrollo adecuado para no sufrir y poder centrarnos en disfrutar la subida y el entorno.
Este puerto no es solo una ascensión, es una experiencia cicloturista completa. Da tiempo a saborear cada tramo, desde el desfiladero donde la carretera se encajona entre paredes verticales, pasando por zonas donde el aroma a naturaleza y la humedad ambiente nos recuerdan la abundancia de agua de la zona, aunque curiosamente no hay fuentes junto a la carretera. En nuestra subida nos encontramos con mínimas interrupciones: las obras en algún punto resultaron poco molestas y nos permitieron seguir disfrutando del silencio y la tranquilidad del entorno, ya que el tráfico es prácticamente inexistente.
Al ir ganando altura, la panorámica se va abriendo y empiezan a asomar pueblos encaramados en la montaña y valles tapizados de verde, mientras animales como vacas o incluso algún ave rapaz vigilan en las alturas. La temperatura es fresca pero agradable, ideal para una buena jornada cicloturista, especialmente cuando sale el sol por encima de las montañas y nos permite disfrutar de sus primeros rayos.
A lo largo de la ascensión se valora muy positivamente el estado del asfalto, mejor que en épocas anteriores, y los parajes por los que discurre la carretera, que alternan tramos más rectilíneos con otros de curvas de vaguada entre las montañas, dándole variedad y belleza al recorrido. La parte final puede exigir un poco más, pero el conjunto del puerto es noble, sin sorpresas desagradables, y permite regular bien el esfuerzo.
En este recorrido, se anima a los amantes del cicloturismo a no limitarse a conocer únicamente los nombres más famosos de la zona como Angliru o los Lagos, y a descubrir otros puertos menos mediáticos pero igual de espectaculares. Asturias siempre sorprende con su entorno, su clima y su amabilidad. Eso sí, como buen puerto de alta montaña, conviene venir bien preparado tanto en equipamiento como en desarrollos, para que la dureza no reste un ápice de disfrute al reto.
La llegada a la cima, tras casi dos horas de ascensión tranquila y constante, deja un gran sabor de boca y sensación de haber superado un puerto de entidad, de primera categoría, que premia con unas vistas incomparables y la certeza de haber vivido una de esas jornadas que dejan huella en el calendario cicloturista. Sin duda, un puerto recomendable para quienes buscan rutas largas, paisajes increíbles y una subida sostenida no exenta de exigencia física.
Y como consejo final, merece la pena madrugar para disfrutar del puerto en soledad y con la luz especial del amanecer, saboreando cada kilómetro y cada momento, porque este puerto, más que una meta, es una invitación a descubrir y disfrutar la montaña.
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