Relive | https://www.relive.com/es/view/vwq1er874Lq |
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La subida comienza en la localidad de Tortosa, situada en la provincia de Tarragona y muy próxima al delta del Ebro. La cercanía al mar nos permite arrancar prácticamente desde nivel cero, lo que siempre aporta un atractivo extra a cualquier ascensión. Desde el inicio, el puerto presenta un perfil engañoso: aunque el promedio puede parecer asequible, nos encontraremos con varios tramos ciertamente exigentes, sobre todo en la parte final.
Durante los primeros metros se atraviesan calles y zonas urbanas, por lo que conviene estar atentos al tráfico y facilitar el paso a los vehículos para mayor seguridad. En estos compases iniciales, la pendiente ya comienza a hacerse notar y nadie debería confiarse: la carretera se pone cuesta arriba desde el primer momento.
El recorrido se caracteriza por una orientación bastante rectilínea, aunque se disfruta de alguna enlazada puntual que le aporta algo de variedad al trazado. En general, el asfalto se mantiene en buen estado, permitiendo una subida agradable y segura, aunque es recomendable memorizar los baches localizados especialmente en los tramos finales, ya que el regreso se realiza por el mismo camino y conviene no llevarse sorpresas durante la bajada.
La subida alterna partes más llevaderas con otras de verdadera exigencia, en especial a partir del tercer kilómetro, donde la pendiente aumenta sensiblemente. Es recomendable llevar un buen desarrollo para afrontar estas zonas duras y superarlas con la menor penalidad posible. El entorno se va abriendo según ascendemos, pasando junto a casas y chalets que irán quedando atrás mientras gana protagonismo la montaña.
Ya fuera del núcleo urbano, el tráfico se reduce considerablemente, favoreciendo una experiencia mucho más tranquila y disfrutable. La trazada se mantiene limpia y recta en gran parte de la ascensión, mientras el paisaje se va transformando con vistas cada vez más despejadas hacia el delta del Ebro y, en los días claros, incluso el Mediterráneo.
En torno al último kilómetro, la dureza se dispara por encima del 10% de pendiente media, alcanzando rampas que llegan hasta casi el 20%. Aquí la subida se convierte en todo un reto, especialmente en la rampa final que nos da la bienvenida a la cima de la ermita y donde se recomienda gestionar bien las fuerzas. Una brisa suave puede ayudar a paliar el calor en los días soleados, aunque no por ello la exigencia es menor.
Este puerto resulta ideal para incluirlo como complemento a la subida de Moncaro, muy cercano y que suele ser el objetivo principal de muchos ciclistas en la zona. El Col de l’Alba se puede disfrutar tanto para calentar antes de embarcarse en un reto mayor, como para rematar una jornada exigente si aún quedan fuerzas. El ambiente está animado por la presencia de senderistas y ciclistas que también eligen la ascensión por sus atractivos paisajísticos y retos deportivos.
Una vez coronados, las vistas panorámicas recompensan el esfuerzo: el Delta del Ebro se despliega con el Mediterráneo al fondo, ofreciendo un broche espectacular al esfuerzo realizado. Sin duda, una subida que se anima a todos los ciclistas a probar por su combinación de belleza, exigencia y cercanía al mar.
Ascendiendo entre paredes rocosas en el Coll de Cascalls
Disfrutando de las Curvas y Paisajes en la Ascensión a Lagunas de Neila