Más información: | Portillo de Buñol |
El Portillo de Buñol se erige como uno de los puertos más icónicos a considerar para los amantes del ciclismo y el entrenamiento en rodillo. Con largas rectas, una carretera amplia y en óptimas condiciones, se presenta como una subida atractiva, aunque desafiante, debido al omnipresente viento de cara. La ascensión comienza en la pintoresca localidad de Buñol, famosa mundialmente por su Tomatina, y promete un recorrido visualmente agradable y técnicamente retador.
Buñol ofrece un camino que invita a los ciclistas a avanzar con cautela especialmente en la parte inicial de la subida, que puede presentar algo de tráfico. Sin embargo, una vez fuera del casco urbano, se experimenta una tranquilidad que es interrumpida ocasionalmente por el tránsito esporádico. Este trazado es especialmente expuesto al sol, y aunque los días ventosos pueden ser frescos, se recomienda llevar suficiente agua y mantenerse bien hidratado.
A menudo se destaca la imponente ingeniería del viaducto que permite a la moderna carretera sortear el puerto. Este imponente viaducto es testimonio de la evolución del transporte, superando los antiguos retos que enfrentaban los camiones y carros al ascender por extensiones sinuosas y exigentes. La vista desde abajo revela pilares que sostienen la carretera en un sorprendente abrazo sobre el vacío, haciendo de esta una estructura digna de admiración mientras los ciclistas pasan por debajo.
A lo largo de la subida, los ciclistas pasarán junto a una pequeña capilla dedicada a San Cristóbal, el patrón de los conductores, una parada simbólica que invita a la reflexión sobre los cientos de trayectos seguros llevados a cabo por esta senda. Arriba, una caseta de vigilancia forestal se encuentra vigilante, agradeciendo la labor constante de quienes cuidan de los bosques y la naturaleza que caracteriza al entorno del Portillo de Buñol.
Finalmente, el ascenso culmina tras unos respetables cinco kilómetros. A pesar de no contar con cartel, la cima se siente y celebra al llegar, marcando el final de una subida que, aunque exigente, es accesible para ciclistas de diversos niveles. Este puerto es sin duda una joya para ser disfrutada en la bicicleta, tanto físicamente como virtualmente en sesiones de rodillo, ofreciendo una mezcla ideal de reto, belleza natural y patrimonio histórico.
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