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Orgambide–Azpegi es uno de esos puertos que, sin ser muy conocidos fuera de la zona franco-navarra, dejan huella desde el primer metro. La subida arranca en un entorno muy verde, cruzando un río y adentrándonos en un paisaje frondoso y húmedo, típico de esta vertiente pirenaica. El asfalto es bueno, pero la carretera es estrecha y con ese aire de puerto de montaña auténtico que tanto nos gusta, encajado entre laderas y vegetación densa.
La ascensión se puede dividir claramente en dos partes. Los primeros kilómetros son irregulares, a “escalones”: encadenamos rampas exigentes, que llegan con facilidad al 10–11%, con pequeños descansos que permiten recuperar algo de aire y ritmo. Desde el inicio vamos sumando desnivel con rapidez, y no cuesta entender por qué se considera un puerto de primera categoría. Ya en la primera mitad del puerto llegamos a ver datos de referencia del estilo de 5 kilómetros superando los 400 metros de desnivel positivo, lo que se traduce en una media que ronda el 8,5%.
El ambiente durante toda esta parte baja es muy cerrado y húmedo, con una sensación casi de bosque atlántico. La carretera discurre rodeada de un verde intenso, sin apenas vistas abiertas, lo que potencia la sensación de estar ganando altura “encerrados” en la ladera. El termómetro no marca temperaturas altas, pero la humedad hace que sudemos más de lo previsto, y las ligeras brisas que aparecen de vez en cuando se agradecen mucho.
A partir de la mitad de la ascensión el puerto se endurece de forma más continuada. Aparecen tramos mantenidos por encima del 10% y puntas que llegan al 12%, en rectas donde vemos claramente cómo la carretera se encarama hacia arriba. Es una zona en la que conviene dosificar, ya que los descansos son menos generosos y el desnivel acumulado empieza a notarse en las piernas. Alguna herradura ayuda a cambiar el ritmo y a “romper” la sensación de recta infinita, pero estamos en el corazón duro del puerto.
El entorno sigue siendo espectacular. Nos encontramos con vallas de madera muy integradas en el paisaje, en lugar de los típicos quitamiedos metálicos, lo que aporta un plus estético a la subida. Poco a poco, la carretera se va abriendo y, conforme ganamos altura, empezamos a disfrutar de vistas más amplias sobre el valle. Al mirar hacia atrás distinguimos claramente la traza por la que acabamos de subir, lo que ayuda a tomar conciencia del desnivel salvado hasta ese punto.
No hay que olvidar que la vertiente por la que coronamos es la misma que se desciende en la marcha Irati Xtrem, justo antes de afrontar la subida a Larrau por Errozate. La bajada de Orgambide–Azpegi es bonita, pero también muy delicada: asfalto estrecho, humedad frecuente y presencia de ganado en libertad. De hecho, tenemos la referencia de un buen amigo que, en una de las ediciones de la Irati, se fue al suelo en este descenso por la combinación de humedad y excrementos de vaca, con resultado de fractura en un brazo. Conviene, por tanto, extremar la precaución si se afronta esta vertiente en sentido descendente.
En la parte final de la ascensión, tras el tramo más exigente, el puerto concede un respiro. El porcentaje medio baja claramente, situándose en torno al 5–6%, y la sensación de dureza se reduce respecto a los kilómetros anteriores. Incluso encontramos algún pequeño tramo casi llano o ligeramente descendente, que mentalmente ayuda mucho: vemos al fondo la última rampa y el punto donde se sitúa la zona de coronación, y podemos ir gestionando el esfuerzo.
El paisaje aquí se vuelve más abierto e idílico. Aparecen praderas de altura, caballos en libertad cerca de abrevaderos y zonas amplias donde el bosque deja paso a pastos de montaña. Es un tramo muy agradecido en lo visual, perfecto para levantar la vista del manillar y disfrutar del entorno mientras completamos los últimos metros de subida.
Los datos finales confirman las sensaciones: alrededor de 10–11 kilómetros de ascensión, con una media próxima al 7% y varios kilómetros claramente por encima de esa cifra. Orgambide–Azpegi se siente más duro de lo que podrían sugerir los números en frío, sobre todo por la combinación de tramos sostenidos al 9–10%, zonas muy húmedas y la ausencia de grandes descansos en la parte central. A cambio, ofrece una de las ascensiones más completas y estéticamente bonitas de esta zona franco-navarra.
En conjunto, estamos ante un puerto muy recomendable para quienes busquen algo más que un mero reto físico: carretera estrecha y de montaña, bosque frondoso, vistas al valle en la parte alta, presencia de ganado y un entorno natural muy bien conservado. Os animamos a subirlo con calma, disfrutar del paisaje y guardar fuerzas para esa zona central de rampas duras que realmente marca el carácter de Orgambide–Azpegi.

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